Teléfono para el Abad de la Congregación Mekhitarista de San Lázaro

08.09.2020

Escribe: Arturo Miguel CHAHBENDERIAN,

(Dolido ex-alumno del Colegio Mekhitarista de Buenos Aires).

Abad Mekhitar, siervo de Dios. Retrato en mosaico. Isla de San Lázaro de los armenios, Venecia, Italia.
Abad Mekhitar, siervo de Dios. Retrato en mosaico. Isla de San Lázaro de los armenios, Venecia, Italia.

A comienzos del año 2004, el Colegio Mekhitarista de Buenos Aires, atravesaba una pésima situación económica y financiera. A tal punto que corría riesgo el inicio del ciclo lectivo de ese año. La crisis argentina del 2001/2002 había dejado huellas no sólo en la sociedad local sino también en las arcas de nuestra escuela que venían declinando lentamente desde hacía años. Sumado a ello, algunas malas decisiones de los directivos de entonces dispusieron algunos despidos intempestivos y redundaron en juicios laborales en los que no había chance de salir airosos.

La Congregación Mekhitarista, literalmente, retiró de Buenos Aires al representante de entonces y se desentendió (hasta me cuesta escribirlo) de la situación, desoyendo las urgentes necesidades del momento y librando al Colegio de Buenos Aires a su suerte.

El Dr. Antranik Eurnekian, hijo de uno de los fundadores de la institución de Buenos Aires y hermano del reconocido empresario y benefactor, tomó la posta. Un verdadero hierro caliente. No estaba dispuesto a observar de brazos cruzados, que el Colegio que fundara su padre cerrara sus puertas. Logró conseguir el compromiso de Venecia de que desde allí mandarían los fondos para cubrir el "rojo" que habían dejado hasta ese momento a condición de que a partir del 2004, él se haría cargo de lo que fuera necesario y ya no requeriría fondos o aportes desde San Lázaro.

Antranik Eurnekian tuvo la lucidez de convocar a los exalumnos que quisieran colaborar con él para sacar al Colegio adelante (entre ellos sus hijos). Se rodeó de jóvenes profesionales y empresarios, todos Mekhitaristas de alma, que lo acompañaron en la cruzada. A los pocos meses convocó también a un gran amigo personal, porque percibió que estaba enfermo y que su lucha iba a quedar trunca. Fue Carlos Potikian el amigo que cumplió (y cumple aún hoy) su palabra de acompañar el proyecto y la labor, aún cuando Antranik falleció a los pocos meses.

Desde entonces la escuela sigue funcionando, con enormes dificultades por supuesto, pero sigue adelante en su labor educativa.

Sin embargo estas líneas son para exponer, lamentablemente, cómo la Congregación Mekhitarista "quitó los pies del plato". No sólo nunca mandó los fondos para afrontar el estropicio administrativo que dejaron sino que, nunca más, mandó a un sacerdote para ocupar, aunque fuera, el rol de Director Académico o de cabeza visible como religioso. Alguien que celebrara misa, que enseñara historia armenia, que contuviera espiritualmente al alumnado y que fuera el guía espiritual de camadas de alumnos que pasaron por nuestra escuela sin ver un solo sacerdote mekhitarista.

Esa figura, que ocuparan tantos religiosos extraordinarios, siempre fue fundamental para la escuela y siempre fue un pilar que nos distinguió de otras escuelas armenias. Muchos de ellos no eran buenos administradores, pero su calidad humana era tal que inmediatamente se rodeaban de padres y madres deseosos de colaborar en el día a día de la escuela.

Se dirá que la Congregación tiene pocos sacerdotes. Cierto. Pero también han cerrado varias escuelas mekhitaristas en todo el mundo. En Buenos Aires se ha evitado. Y los pocos sacerdotes que queden, ¿en qué otro lugar deberían estar que no fuera al frente de un aula o a cargo de la Dirección de un colegio?

Esa fue siempre la esencia mekhitarista, la educación.

Y no la administración de inmuebles o de patrimonios varios, que parece ser lo que acapara la atención en Venecia, desde hace más de veinte años.