Un viaje inesperado a Armenia

10.09.2020

Texto y fotografías: Carlos Gabriel VERTANESSIAN 

En memoria de:

Hair Jatchiadur Vertanessian,

mi admirado tío abuelo,

Aficionado a la fotografía.

Como mi padre. Como yo.

Honrado por la invitación a escribir sobre algún tema que pudiera resultar de interés, para esta edición especial de HUMUS, quisiera primero agradecerles y, por sobre todas las cosas, felicitarlos por esta publicación que celebra el 40 Aniversario. La misma representa, sin duda, un esfuerzo enorme para todos los involucrados, una verdadera cruzada cultural, que recibimos con gran expectativa y alegría.

Luego de meditar sobre el tema a compartir, pareció oportuno hacer una breve crónica de mi viaje a Armenia, acompañada de algunas de las -no todas...- 2500 fotografías (no fake news), que saqué durante mi estadía de cinco días en Ereván, en 2019. Este fue, creo, un viaje distinto a los que se suelen programar, en una primera visita a la tierra de nuestros ancestros.

Todo comenzó a mediados del año pasado, con un mensaje inesperado que llegó por Messenger. Vino de un contacto de Facebook, uno de esos amigos "desconocidos" que vamos acumulando casi sin darnos cuenta.

- "Barón" Vertanessian, Usted es un hombre de suerte. Comenzaba intrigante Tatev Mnatsakanyan, una fotógrafa armenia, uno más de esos contactos de FB.

- Hola Tatev encantado, ¿hombre de suerte? Respondí con poca afabilidad.

- Aió, Barón Vertanessian. Usted está invitado como "fotógrafo de renombre", a participar como miembro honorífico y exponer sus fotografías en el 1st Armenian Internacional Photo Fest (Primer Festival Internacional de Fotografía de Armenia), a desarrollarse en Ereván, dentro de dos meses...

- ... ¿Tatev? ¿De que se trata este festival? ¿Qué significa, invitado honorífico? Por favor envíeme un email con todo el detalle. Y desde ya muchas gracias.

Cerré así la cuestión, con más desconfianza que entusiasmo. No tenía mayores dudas de que se trataba de una venta oculta de paquetes turísticos, o vaya uno a saber qué otra cosa, ya que la halagadora propuesta venía de una desconocida, que tuvo la osadía de llamarme "fotógrafo de renombre".

Me explico. La fotografía es una pasión que me acompaña desde muy joven. Del coleccionismo de cámaras fotográficas, pasé al de las fotografías más tempranas, los llamados "daguerrotipos". Hago fotografías desde que tengo memoria, y me pueden considerar muchas cosas, coleccionista, historiador de la fotografía, gestor cultural, fotógrafo aficionado, muchas cosas es cierto, menos fotógrafo de renombre, (¡de renombre!). Salvo que quisiera "llenarme los oídos", no había razón para dirigirse a mí de esa manera. Me resultó muy extraño. Esto justifica mi reacción, y mi pedido de explicaciones por escrito.

Al día siguiente llegó el email, y todo quedó aclarado. Gracias a mi coleccionismo fotográfico de más de treinta años -¡nunca tantos como los de HUMUS!-, y a los dos libros publicados como resultado de esta pasión, fui conociendo y juntando amigos "offline", esos que son de verdad, en los círculos cerrados de la fotografía en nuestro país y en el exterior. Uno de esos amigos del Museo Niépce[1] de Francia, me recomendó con Tatev como "el más grande fotógrafo de la Argentina..." y que, además, resultaba ser armenio. Exageración de buen amigo por cierto.

En la búsqueda de artistas que emprendió Tatev, -la organizadora del Festival, y fotógrafa de renombre-, mi apellido armenio y mi perfil de fotógrafo, resultaron interesantes. La invitación era cierta, lo que me planteó una decisión difícil de tomar. Con Patricia Kalfaian, mi mujer, veníamos soñando desde hacía tiempo visitar juntos Armenia por primera vez. Para cuando llegó la invitación, ya habíamos resuelto hacerlo en 2020 y celebrar así su cumpleaños. Ahora bien, planteada la posibilidad de un viaje por tan solo unos pocos días, no era fácil tomar la decisión. Finalmente primó la oportunidad de conocer Armenia por la puerta grande, es decir, invitado a participar con "todos los honores" de un evento internacional.

Superada la decisión, se plantearon dos temas importantes que requerían atención. Primero y principal, ¿Qué fotografías podía yo exponer? ¿Qué tipo de fotografía me representa?, me preguntaba desorientado. Visto que, insisto, tenía como requisito enviarle algunas fotografías "de autor" para que seleccionara, me vi forzado a preguntarle lo obvio. -¿Tatev, cual es el tema del festival?, -Herencia y Cultura, barón Vertanessian... Estaba salvado. Si algo tengo fotografiado y guardo en archivo son retratos de personalidades de la cultura nacional e internacional, que fui conociendo a lo largo de los años y de los viajes. Entre otros, curadores, artistas, fotógrafos, libreros, anticuarios, fileteadores porteños... Seleccionó algunas, y le envié los archivos correspondientes, para que las imprimiera en Ereván. Etapa superada.

Ahora debía resolver otra cuestión. Todavía abrigaba dudas sobre el éxito del Festival, dado de que se trataba de una primera edición, y quería anticipar cualquier contratiempo, y aprovechar al máximo este primer desembarco en Armenia. Me aboqué así a armar mi propia "agenda cultural de emergencia". Como primera medida mandé a copiar una veintena de retratos fotográficos en calidad de exhibición "fine art" -así se llaman, no es pedantería-, incluidos los seleccionados por el buen ojo de Tatev y algunos más, para la eventualidad de que la calidad de copiado que lograran en Ereván no estuviera al nivel esperado.

Por otra parte, para armar la agenda me contacté con Helen Evans [2], del Museo Metropolitano de Nueva York, que en 2018 había dirigido una exposición histórica, que se llamó Armenia! Supuse que sus contactos a nivel cultural en Ereván serían de los más altos. No me equivoqué. A través de ella, pude organizar entrevistas con el director del Matenadarán, el director de museos de Etchmiazin y el director del Museo Histórico Nacional, entre otras reuniones de importancia. Consultados todos los amigos que ya habían visitado Ereván, conseguí también la referencia de un guía de turismo, Vahagn Grigoryan, que fue una pieza importante para el éxito del viaje.

Finalmente también llamé a Sergio Baur -amigo y compañero de banco desde la primaria en el Mekhi-, director de asuntos culturales de Cancillería Argentina, para, por su intermedio, entrar en contacto con la embajada en Ereván. La ayuda de Sergio y de la embajada superaron mis expectativas, y fueron fundamentales para cumplir con mi ambiciosa agenda.

Preparado ahora sí, con mi portfolio de retratos bajo el brazo, y un apretado cronograma de reuniones, todo estaba encaminado para el viaje, y a mi primera intervención en una exposición de fotografía internacional. A propósito de esto último, Tatev había invitado a fotógrafos armenios y a más de 20 fotógrafos del todo el mundo, pero el único sudamericano y armenio, resultaba ser yo. Toda esta cuestión no dejaba de generar una natural ansiedad y de resultar aún totalmente sorprendente.

El vuelo a Ereván transcurrió sin contratiempos. Entrada la noche llegué al hotel Radisson Blu, ubicado cerca de la parte superior de la denominada "Cascade". Mi primera decepción surgió al enterarme de que la habitación era compartida. Sin embargo, esta contrariedad inicial se convertiría en una grata sorpresa. Mi compañero de habitación fue Michel Lacanaud. Michel es un fotógrafo francés de renombre, (¡este sí!), de la ciudad de Arles, donde cada año tiene lugar uno de los más importantes festivales de fotografía contemporánea de Europa. Es un hombre y un artista excepcional, pleno de vitalidad, generosidad, de una gran creatividad y un "hambre fotográfico" pocas veces visto. No se despegó de su cámara en todo el viaje, y registró cada minuto de nuestro recorrido. Como resultado, ha editado varios cortometrajes de sus vivencias que se pueden ver online, y tenía previsto para este año realizar en su ciudad, una exposición de fotografías de Armenia, que por las circunstancias pasó a 2021.

Por razones del todo esperables, la inauguración del Festival fue sufriendo sucesivas postergaciones al "estilo armenio". La ambiciosa propuesta incluía la exhibición de fotografías en numerosos espacios públicos de la ciudad, museos y galerías, en un despliegue complejo, difícil de implementar en una primera experiencia. Sin preocuparme demasiado por las demoras, comencé con las visitas previstas, con la estrecha colaboración del secretario de la embajada Miguel Tchilinguirian, a cargo interino de la misma a falta de embajador. Miguel se ocupó no solo de confirmar las reuniones de agenda con los directores, sino que además puso a disposición el vehículo de la embajada. Mi visita había sido declarada de "interés cultural" por la Cancillería Argentina, y este documento operaría como un efectivo "abre puertas" para todas las gestiones, garantizando el éxito en todos los casos.

En el Mashtoz Matenadarán, accedimos al "tesoro" de los materiales más antiguos, donde se conservan libros y más de 17.000 manuscritos, por lo que es considerado el más grande reservorio del mundo en su tipo. Nos recibió el director de conservación Dr. Gevorg Ter-Vardanean, a quien había conocido en el montaje de la exposición en Nueva York. La intención fue entregarle una copia "fine art" del retrato al daguerrotipo de Serovpé Alishan de mi colección. Se trata del hermano de Gevond Alishan, el literato de la Congregación Mekhitarian, y anticipaba que sería de interés para el archivo. Así fue. Coincidió que en 2020 se cumple un aniversario de Alishan, y esta imagen desconocida en Armenia, será incorporada ahora a los diversos homenajes previstos. Asimismo, tuve oportunidad de entregar un ejemplar de mi libro Juan Manuel de Rosas. El retrato imposible. Imagen y poder en el Río de la Plata al director del archivo, Vahan Ter-Ghevondyan, como lo haría también en otras instituciones.

Luego visitamos el Museo Histórico Nacional, y entrevisté al director Dr. Grigor Grigorian a quien entregué un ejemplar de nuestro Museo Histórico, como así también otra ampliación del retrato de Alishan, que recibió con entusiasmo. Durante mi viaje traté de ubicar fotografías tomadas por el proceso del daguerrotipo en Armenia o de armenios, sin ningún éxito. De hecho, prácticamente no se conocen daguerrotipos de armenios identificados, como este retrato de Serovpé Alishan, en las instituciones públicas. Su importancia resultó tal, que, gracias a la gestión que hiciera Tatev con su director, el Correo oficial armenio está evaluando emitir una estampilla conmemorativa con el mismo. Veremos.

Helen Evans -recordarán: la especialista del MET-, sugirió que entrara en contacto sin falta con un fotógrafo que se hace llamar Hawk (Halcón). Resulta que Hawk -Hrair Katcherian- fue el fotógrafo que ella había contratado para realizar el catálogo de la exposición Armenia! Con su antecedente de piloto de combate y de fotógrafo viajero, conocí en él a un personaje muy interesante, fuente de jugosas anécdotas. La visita a su estudio acompañado de Michel Lacanaud, fue un punto alto del viaje a Ereván. Hawk viene haciendo un trabajo de rescate fabuloso, quizás el más importante de la cultura armenia. En un momento de su vida en que se le diagnosticó una enfermedad terminal, prometió que de curarse realizaría un relevamiento de todas las iglesias armenias repartidas por el mundo. Adivinaron. Se curó y lo hizo. Incluso estuvo en la Argentina, en Buenos Aires y en Córdoba, con ese proyecto. Lo más sorprendente fue escucharlo contar que periódicamente atraviesa la frontera con Turquía, para seguir fotografiando el patrimonio armenio allí abandonado y en ruinas, y es siempre detenido y encarcelado por la policía local. Todo relatado con una sonrisa y un aire de satisfacción en su mirada. Tiene editados numerosos libros, que serían la envidia de cualquier dirección de cultura. Su trabajo sobre los Jachkar, para mencionar solo uno, es mucho más que un catálogo fotográfico, ya que incluye un estudio de su historia, simbología e importancia cultural, nunca realizado. Sus libros no llegan a la Argentina, por el costo del envío internacional, pero sería interesante ver cómo se puede resolver esta cuestión, y contar así con todos ellos en alguna biblioteca institucional. Su charla motivacional en TED, "Cancer and the miracle of life", accesible en Youtube[3], es excelente y una fuente de inspiración para cualquiera que pueda escucharlo.

Otra de las visitas importantes que pudimos concretar fue a la catedral de Echmiadzin y su complejo de museos. Lamentablemente, estaba cerrada al público por profundos trabajos de restauración. Al ingresar al predio, y encontrar la catedral vallada y su cúpula rodeada de andamios, no pude menos que sentir una gran decepción. Gracias al acompañamiento de Miguel de la embajada, pude entrevistar a Hair Asoghik Karapetian, director del complejo de museos. Como resultado de la entrevista, nos autorizaron a ingresar a las salas y a la Catedral, cuyo interior estaba en obra y tapizado de andamios. Sin embargo, tuve un premio consuelo, una oportunidad -quizás única- de tocar con la mano las piedras que conforman la cúpula..., que estaban numeradas y desparramadas por el suelo. Se imaginarán la profunda emoción que generó este inesperado privilegio.

El festival de fotografía tuvo sin duda sus momentos memorables. La inauguración oficial estaba prevista con una conferencia de prensa en la Asamblea Nacional -el Congreso-, para lo cual todos los invitados extranjeros debían ingresar pasaporte en mano. En pleno verano, la temperatura andaba por las nubes, sin embargo me pareció apropiado ir de saco y corbata, -vas al Congreso de la Nación, me dije. Obviamente era el único "corbata" entre los asistentes. Los ánimos se recalentaban con el clima y el paso de los minutos de espera, y nos íbamos apiñando en la pequeña oficina de control de acceso, con scanner para objetos personales incluido. Como viejo organizador de eventos, no tuve dudas de que la cosa no iba a funcionar como se pretendía. Con actitud decidida me puse en primer lugar, miré fijo al oficial de control y le di mi pasaporte, mientras él buscaba mi nombre en una lista escrita en armenio. Mis años en el Mekhi resultaron útiles. Me apresuré a mostrarle con el dedo en su papel, cual era mi nombre. Me miró desconfiado una vez más, me devolvió el pasaporte y me dejó ingresar, no sin antes sacarme la cámara que llevaba colgada. -Esta no entra, me dijo, con aire desafiante y cara de soviético de pocos amigos. Le dije que entendía, -todavía me queda el celular, pensé-, y entré por los jardines de la Asamblea en busca de la sala de prensa, la que ubiqué persiguiendo a unos camarógrafos que ingresaron por un costado.

La sala estaba repleta de embajadores, periodistas, cámaras de televisión y un catering envidiable, previsto para agasajarnos. Pasaban los minutos y no ingresaba ni Michel, ni Tatev, ni ninguno de los otros fotógrafos representantes de los países participantes. Los que sí seguían llegando eran los embajadores, a quienes Miguel me presentaba encantado, el de Italia, Egipto, y otros más. Entre copas y sonrisas, caí en la cuenta de que era el único fotógrafo presente, mientras comenzaba la conferencia de prensa, para concluir solo unos minutos después. Nadie más logró ingresar. El catering para cien personas terminó desperdiciado. No retiramos por la escalinata de ingreso principal a la Asamblea, con un aire de triunfo, pero a la vez confundidos. ¿Qué habría pasado? Amén de que muchos olvidaron su pasaporte, otros no lograron ubicar sus nombres en la lista -escrita en armenio-, hasta que finalmente el agente de seguridad hizo uso de su autoridad y decidió que no ingresaba nadie más. Detrás mío, nadie logró franquear el mostrador de control de ingreso. Al bajar la escalinata y encontrarme con el grupo en el jardín de acceso, tan acalorados como ofuscados, me miraban sin entender. Todo terminó así, como una nota de color para nosotros, no tanto para los demás!

Visitamos también el pequeño Museo de la Fotografía que fundó Vahan Kochar, en memoria de su padre el afamado fotógrafo Andranik Kochar, de cuyo nacimiento se cumplían 100 años en 2019. Su legado es enorme y la calidad de sus fotografías, tanto como el calibre de las personalidades que retrató, le ameritan un lugar especial en la cultura armenia. Le entregué un ejemplar dedicado por el fotógrafo argentino Aldo Sessa, que agradeció encantado, y me dedicó a su vez su libro "Fotografías Armenias", un trabajo de gran valor iconográfico y documental.

Un apartado especial merece nuestro guía de aventuras, Vahagn, que no sólo habla bastante español e inglés, sino que además es un excelente fotógrafo. En sus viajes como guía de turismo, tiene la posibilidad de hacer las tomas más fantásticas que he visto de Armenia. Junto a Michel, hicimos algunos viajes a lugares obligados, como la fortaleza pagana de Garni, el monasterio y fortaleza de Khor Virap con su imponente vista del Ararat, y el monasterio de Geghard, parcialmente tallado en la piedra. La elección del guía fue fundamental en este aspecto del viaje, ya que no sólo nos llevó a los lugares más "fotogénicos" en los horarios más adecuados, sino que además nos proveyó equipo fotográfico, que por razón de peso no habíamos traído con nosotros en este viaje.

Quizás el aspecto que más me impactó del armenio común, fue su cordialidad y generosidad, en especial hacia nosotros, totales desconocidos. Camino a Khor Virap paramos al costado de la ruta para ver cómo cosechaban sandías. Uno de los trabajadores no dudó en acercarse hasta el auto y obsequiarnos una, sin esperar ninguna retribución. Estábamos encantados con su espontaneidad. Algo parecido nos pasó en la plaza al pie de Cascade. Un hombre de ensortijados bigotes blancos, chaleco y un extraño sombrero Panamá, nos sonreía sin que comprendiéramos la razón. Al acercarnos nos pidió que esperásemos un momento y sacó del baúl de su auto unos damascos[4], que nos entregó sin más, rehusando con los brazos en alto la propina que le ofrecimos. Michel y yo nos mirábamos maravillados, y decidimos retratarnos con este hombre bueno, la generosidad personificada.

Todavía en camino a Khor Virap, nos detuvimos otra vez, ahora en un cementerio sobre la ruta a las puertas del convento. Allí, unas lápidas fotográficas me llamaron fuertemente la atención. Nunca las había visto. Y si algo hago cuando viajo, es justamente mirar. Recorriendo rápido el terraplén repleto de tumbas, noté una que sobresalía por encima de las demás, no sólo por su forma vertical, sino por mostrar un retrato de cuerpo entero y de pie. La imagen es de un miliciano con un rifle semiautomático al hombro. Sin duda, una curiosa e inesperada conjunción de cruces y armas.

Llegados al templo, me encontré quizás con el personaje más pintoresco que vi en Armenia. El cuidador de la iglesia, el "velador" y ordenanza del lugar. Lo observé compenetrado en el arreglo de las velas en un ámbito en penumbra, por lo cual no pude dejar de disparar la cámara, arrastrado por la ansiedad de no dejar escapar el momento. Me miró tranquilo, confiando en su personaje y a sabiendas de que me estaba ofreciendo su mejor espectáculo, que a diario repetiría frente a otras cámaras. Nos comprendimos con la mirada y con una generosa propina. Tiempo después me enteré de que su aspecto por demás intimidante, de amplios bigotes como dagas, es propio de un grupo de armenios cuya ideología es la "resistencia". Sigo sin comprender sus motivos, pero su declamación facial era inigualable.

Las rutas armenias y las mil y una curiosidades que se pueden atravesar en el camino -literalmente-, resultaron otra nota de color estridente. A la forma temeraria de conducir -para no decir horrible- y a los frecuentes choques que vimos en el camino, se sumaron animales que caminaban tranquilamente a lo largo -no a lo ancho-, de la ruta, adueñados del carril central. A los costados de la ruta observé unas extrañas infraestructuras, estimo heredadas de la época soviética, que resultaron ser cañerías de gas pintadas de amarillo que se extienden por kilómetros y kilómetros, y se elevan en cada entrada o calle lateral para volver a bajar, y hasta cruzan como un puente de lado a lado de la calzada.

Todo confabula así para que la experiencia de salir a manejar en ruta, sume una sobredosis de emoción y aventura.

El Festival de Fotografía se desarrolló sin problemas, gracias al auspicio de la Municipalidad de la ciudad de Ereván, permitiendo que se cubrieran de fotografías los espacios públicos, como así también las galerías. Mis fotos fueron exhibidas en uno de los edificios emblemáticos ubicado frente a la Plaza de la República sobre la izquierda del Museo Histórico Nacional. Perteneció a la Cancillería pero ahora está desocupado, por lo cual resultó un salón de exhibición de lujo. Allí estuvo mi obra junto a la de otros artistas y países, y allí me consagré como "fotógrafo internacional", todavía sin renombre. Antes de partir, le dejé a Miguel el portfolio de fotografías que llevé conmigo, con la idea de realizar una exposición en la embajada, si se diera la oportunidad. La misma estuvo prevista para ser inaugurada en "marzo de 2020". Sin comentarios.

Queda para el final, lo que quizás debí haber mencionado al principio de esta crónica. ¿Cual fue mi reacción al llegar a la tierra de mis abuelos, a Haiastán? La verdad es que llegué un poco forzado por las circunstancias, con más ansiedad de cómo se desarrollaría el festival y mi "agenda", que por mis expectativas de visitar Armenia por primera vez. Así, los días iniciales transcurrieron con la mayor naturalidad, como si ya conociera todo lo que veía.

La conmoción llegaría de la forma más inesperada, en las pequeñas cosas, en los gestos mínimos de un viejo acordeonista frente a la plaza de la República, o en la soledad de una cueva con columnas de piedra. Allí, en lugares como ése, el monasterio de Geghard, es donde el cristianismo se siente en la austeridad de una espiritualidad elemental, despojada, sin imposturas. Como sucede también en los otros templos que conocí en Armenia, que contrastan con la fastuosidad, el despliegue y la rica imaginería de las grandes iglesias y catedrales europeas. Acá el cristianismo, condimento fundamental de la armenidad, se respira y resuena en las entrañas. En el domo del monasterio, robado a las entrañas de la montaña, el eco devuelve la propia voz de un Der voghormiá espontáneo, con una profundidad que resuena en los rincones de la memoria.

La vivencia más fuerte, sin embargo, la tuve cuando visité el memorial del Genocidio, Tsitsernakaberd. Llegamos con Michel y Vahagn al final del día, en una noche de tormenta eléctrica. Al aproximarnos a los gajos de la fortaleza, el silencio era sobrecogedor. Ingresé en solitario, y me encontré con los furiosos latigazos de la llama votiva, a las que las ráfagas de viento no daban respiro. La luz en el centro proyectaba sobre el interior de la estructura la silueta danzante de mi cuerpo. Atiné a filmar esta fantasmagoría de luces y sombras, que me rodeaba de ausencias. Los rayos de la tormenta en el horizonte completaban una escenografía cinematográfica. Vahagn me tomó una foto con la mirada fija en las llamas, que evocan la memoria de las víctimas. El Museo estaba cerrado, ya era tarde. No hizo falta visitarlo. Había recibido el mensaje: no me olvides.

En un costado de la plaza de la República un anciano de perfil armenio inocultable repetía una tonada casi como un mantra, mientras se hamacaba cadencioso en el lugar, buscando con los ojos algún paseante que le prestara algo de atención. Me reconoció en una deriva de su mirada, mientras le sacaba una foto. Se le abrieron los ojos, enormes, y asintió con la cabeza, como reconociendo algo en ese extraño, que le resultó familiar. En un instante retomó en su acordeón, las caricias de esa melodía armenia.

Fue en ese momento, en esa música y en esa mirada, recién ahí, que "se me piantó un lagrimón" melancólico, y me sentí por fin en casa. ֎

NOTAS:

[1] Nicéforo Niépce, uno de los inventores de la fotografía.

[2] Helen Evans, doctora en historia del arte del MET, especializada en la época medieval y apasionada de la cultura armenia.

[3] https://www.youtube.com/watch?v=uobqqFHiIgc

[4] Los damascos son mi fruta preferida. Su nombre científico es prunus armeniaca, por obvias razones.

[5] Der voghormiá: "Señor ten piedad". Expresión litúrgica armenia.

AGRADECIMIENTOS:

Tatev Mnatsakanyan; Sergio Baur; Miguel Tchilinguirian; Michel Lacanaud ; Vahagn Grigoryan; Raúl Álvarez, por estar siempre listo y siempre cerca; finalmente muy especialmente a todo el equipo de HUMUS.

Para saber más sobre el Festival, los invito a entrar en la página del mismo www.amphotofestival.com, o buscar su página en Facebook, ya que no quiero ocupar espacio en esta crónica, visto que toda la información está disponible para los interesados, si buscan 1st. Armenian International Photo Fest.